jueves, 29 de julio de 2010

Doppelgänger (Cap.1)

Cap.1

Miraba tranquilamente, las manecillas del reloj colgado en la pared, esperando pacientemente, apoyando la nuca en la blanca pared, jugando lentamente con sus dedos, desparramado en la cómoda butaca de cuero negro. Era el único esperando, habían programado su cita a la ultima hora. Giro levemente la cabeza, al gran ventanal que se encontraba a un costado del lugar, el brillo del sol crepuscular iba desvaneciendo lentamente, ocultándose entre los grandes edificios, en el extenso horizonte, cubierto de nubes blancas degradadas a violetas por debajo.

Volvió a dirigir la mirada al reloj que colgaba de la pared. Siete en punto.
La recepcionista del lugar, guardaba varios papeles en un folder de manila y los depositaba en un extenso mueble de metal, con varios casilleros pequeños y enumerados.

El sonido de la puerta de madera café, que se encontraba a un extremo de la recepción, resonó levemente en el lugar. Salió un hombre de terno negro, sosteniendo un maletín negro en un mano, con una sonrisa se despidió del hombre que se encontraba al otro lado de la puerta.

La chillona voz de la recepcionista le indico que ya podía pasar. Se paro pesadamente de la cómoda butaca y a paso lento, se dirigió a la puerta de madera, apoyo una mano en la manija de metal y suavemente la abrió

- Pase, por favor.

La voz ronca y aguda del hombre que se encontraba ahí, le pareció realmente apacible. Entro cerrando la puerta, se paro frente a ella observando el lugar.

Realmente era encantador, el piso de madera oscura, las paredes de color café y beige, las luces amarillas de las lámparas del techo le daban un toque acogedor al lugar, al fondo se encontraba un estante de madera oscura y detallados finos, totalmente lleno de libros de varios tamaños, grosores y colores, ordenados. A un costado se encontraba el escritorio, igual de madera oscura y fina, con papeles ordenados a un costado y más libros.

- Siéntese, por favor.

Delicadamente estiro su brazo, señalando con la mano, una larga butaca de cuero rojo oscuro, como el color del vino.

- Gracias- dijo evanescentemente, caminando a la butaca, al sentarse, le pareció increíblemente cómoda, era tan larga que podía echarse ahí.
- Es su primera cita, ¿Verdad?- pregunto el hombre acercándose a una butaca, de cuero negro frente a él, pero esta era más pequeña.
- Sí- dijo sin mirarlo .
- Muy bien- le dijo con una sonrisa- Apoye la cabeza ahí, puede echarse, así se sentirá más cómodo.
- Gracias- se inclino a lo largo de la butaca.
- Entonces dígame- se sentó en la butaca de cuero negro, sosteniendo una pluma en una mano y con la otra un cuadernillo- ¿En que puedo ayudarle? ¿Qué es lo que le molesta? ¿Qué es lo que lo incomoda? ¿Se siente descontento con algo… o con alguien, o tal vez con usted mismo?- preguntó sin cambiar el tono de voz, tan apacible y amable.

Se quedo mirando al vacio, analizando las preguntas que le había formulado, nunca se las había formulado el mismo, un flash de imágenes y recuerdos, abrumo sus pensamientos, puso mueca de descontento frunciendo el ceño.


- Puede decirme, o contarme- dijo el hombre sin cambiar su tono- lo que usted desee, sin miedo, sin pudor alguno, he escuchado muchas historias aquí, he analizado muchos problemas de otras personas, no hay mucho que pueda realmente sorprenderme, y tratare de ayudarlo en lo posible- dijo con una gran sonrisa- así que no tenga miedo, ni dude en hablar conmigo, para eso estoy aquí, para escucharlo.


Su voz le inspiraba cierta confianza. Le hizo un ademan, en señal de seguir.


- ¿Cómo puedo empezar?- le preguntó.
- Desde el principio- dijo amablemente.

¿Desde el principio?, suena tan fácil y complicado a la vez, ¿Cuál era el principio?. Tal vez ya tenía una idea, o un leve recuerdo, que creció abruptamente en sus pensamientos, como si le hubieran dado un golpe directo en la cara y lo hubiera despertado.


- El principio…- dijo en tono evanescente.
- Hasta el final- dijo con su tono amable.
- Esta bien… el principio- dijo con ambos ojos abiertos al vacio.


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Fue ya hace tiempo, recién acababa de conseguir un trabajo, en la biblioteca municipal, a medio tiempo, pero pagaba bien, lo suficiente para poder pagar las cuentas, y alimentarme decentemente.
Gracias al dinero que mi madre me había dado, cuando me fui de casa, pude pagar un pequeño y acogedor departamento, en un edificio cerca al trabajo que acababa de conseguir.
A pesar de ser medio tiempo, era realmente aburrido y cansador la mayoría del tiempo, siempre veía el reloj que colgaba de a la cabeza de la puerta para ver la hora, aunque me encantaba leer algún libro por ahí, a veces llegaban libros realmente interesantes y me quedaba leyendo horas y horas, se puede decir que en ese aspecto… me gustaba estar ahí.

Lo recuerdo ahora, tan claro… era otoño, después de salir del trabajo, me gustaba caminar hasta la cafetería más cercana, que era como a siete largas cuadras, pero el paisaje era encantador, los arboles de la acera, despedían sus hojas color naranja o amarillas, secas que caían al suelo u otras volaban, pero no muy lejos antes de caer y ser pisadas o recolectadas.
El ajetreo de las seis de la tarde, era… algo molesto, a veces, personas saliendo de sus trabajos o estudiantes saliendo de sus institutos, etc.
Fue un día de esos, un día de otoño… una tarde de otoño, que caminaba a paso tranquilo hasta la cafetería, al llegar no estaba tan repleto como lo sabe estar en invierno, pero era un lugar realmente encantador, me fascinaban las mesas de madera, de color café oscuro, un grueso vidrio, perfectamente asegurado a la mesa, cubría un montón de granitos de café tostados.
Ese día pedí un café bien cargado, ya que me sentía realmente laxado y agotado, mientras tomaba cada sorbo del café con un gusto increíble, de un momento a otro, se me dio por mirar al extremo del local.

Lo que vi, me causo pavor, causo que un horrible escalofrió recorriera, cada pulgada de mi cuerpo y erizara todos mis vellos existentes; causando que mi piel se pusiera de gallina.
Frente a una mesa, estaba sentado un chico, podría decirse que igual de joven que yo. Su tez era clara pero de color cálido, su cabellera negra le caía hasta los hombros, tenía reflejos cafés casi rojos ante la luz del local, sus ojos negros expresaban cierto vacio y melancolía, recuerdo que tenia unos labios realmente seductores, perfectos y carnosos que eran adornados por un arete negro.
Era un chico realmente simpático, pero no fue él, el que me causo tanto pavor, fue lo que estaba sentado junto a él… tenía apariencia de ser humano…. ¿Pero realmente lo era?

Era una copia casi exacta del chico simpático, la misma ropa, la misma complexión, las mismas manos, los mismos labios, la misma cabellera, solo que su tez era mas clara, y no podía ver sus ojos, estaban tapados por su negro cabello, imitaba todos los movimientos de aquel chico, que estaba comiendo y tomando un café. Aquella cosa simulaba comer y tomar café con sus manos, pero no había nada que sostenía en sus manos. Tenía un aspecto tan espectral, tan perturbador casi en un punto grotesco, no pude dejar de mirarlo. Fue como si hubiera tenido un efecto paralizador en mi, trate de hablar o hacer algún sonido, trate de levantarme del lugar, pero no pude… no pude. Trate y trate pero no pude… ¿Por que?. Mi corazón palpitaba con tal fuerza que pensé que saldría por mi boca. La mesera se acerco a él y estiro su brazo, entregándole la cuenta, pensé que tocaría a la cosa rara, pero su brazo lo traspaso, como si fuera un fantasma… seria un fantasma?... ¿Por que se parecía tanto al chico?.

No fue hasta que él se levanto del lugar y se fue del local, que logre moverme… me sentí totalmente vulnerable, estaba petrificado, no tuve ganas de darle un sorbo más a mi café, pague la cuenta y fui a casa, caminando a paso rápido entre la multitud, la brisa de la calle que golpeaba mi rostro, era tan fría, el viento que soplaba en mis oídos, parecía gruñir de enojo.


Recuerdo que esa noche no pude dormir del todo, tuve una terrible pesadilla, en la que corría y corría en un bosque oscuro y espectral, que no tenia final, que solo se adentraba más al vacio, tan oscuro, escapando de una sombra negra que me perseguía y se iba camuflando más y más en el vacio. Desperté de golpe, con la respiración agitada, todo mi cuerpo estaba empapado en sudor, mis manos y pies temblaban y los sentía cansados, como si realmente hubiera corrido por horas. Tire a un lado las sabanas, me senté sobre la cama, frotando mi rostro con las manos, realmente me sentía exhausto y asustado. Camine, con las piernas temblorosas, hasta la cocina, llene un vaso con agua y tome el agua como si estuviera muy sediento.
La luz de la luna llena, entraba por las ventanas, su luz plateada no me daba mucha confianza, la encontré aterradora, el silencio espectral del departamento, hizo que sintiera escalofríos por todo el cuerpo.
Me entro un sentimiento de… duda, duda por volver a mi habitación, pero no podía seguir parado en la cocina. Volví a llenar el vaso con agua y camine, lentamente hacia mi habitación, las piernas ya no me temblaban y había recuperado el aliento.Al recorrer el pasillo, me di cuenta que la puerta de la habitación estaba cerrada… ¿la había cerrado al salir?... no recuerdo haberlo hecho. Entonces mi corazón empezó a palpitar, otra vez fuertemente, como si fuera a salir por mi boca, podía escuchar mis propios latidos y sentí un espantoso escalofrió recorrer mis piernas y mi cuello.
Estire el brazo hacia la manija de la puerta, mis manos no dejaban de temblar, y sentía mis pies ser mojados por el agua que chorreaba el vaso, que mi otra mano sostenía, temblorosa.Abrí lentamente la puerta, el chirrido que emitió, hizo recorrer otro escalofrió en mi cuello, sentía un nudo en el estomago.


Al estar la puerta ya abierta, me arrepentí, rotundamente de haberla abierto. Sobre mi cama, se encontraba sentada la misma cosa que había visto en la cafetería, tenia la mirada fija en mis pies, no pude lograr ver su rostro, pero vi el arete de sus labios. Sus finos cabellos negros resplandecían ante la plateada luz de la luna, su tez parecía aun más blanca.Trate de mover mis pies, pero no pude, fue como si estuviera clavado en el piso, totalmente petrificado, como si esa cosa estuviera clavándolos en el piso con su mirada.


El vaso que sostenía, se resbalo de mi mano, que dejo de ejercer fuerza sobre el en algún momento. Fue como si lo viera caer en cámara lenta, mientras se resbalaba de mi mano, se volteaba, derramando el agua que quedaba, el chorro tenia un color celeste casi transparente que se hizo resplandeciente al reflejo de la luna, cayo en el piso, siendo absorbido por la alfombra e inmediatamente, el vaso cayo cerca de mis pies, a pocos centímetros, fue raro que no se rompiera… tal vez era por la alfombra, pero si se formaron pocas grietas alrededor de él.


Ahora todo fue como… como ver en cámara rápida, la cosa sentada en mi cama, se había parado, tan rápido, que no logre ver a que momento… ya estaba frente mío. Su respiración era pesada, pero… hacia un sonido… como si estuviera enrabiado… realmente enojado. Esbozo una espeluznante sonrisa, que provoco escalofríos por todo mi cuerpo. Entonces abrió poco a poco los labios, y en un susurro, evanescente pero audible, dijo mi nombre.

- Takashima Kouyou.


Volvió a mostrar esa horrenda sonrisa, su voz hizo un gran eco en mi mente, un asqueroso escalofrió recorrió toda mi espina dorsal, parecía que hasta lo sentía en los huesos, hasta llegar a mi cuello… y yo… seguía clavado al piso, incapaz de mover una sola pulgada de mi cuerpo, ni siquiera pude desviar la mirada de esa cosa que me había perseguido hasta mi departamento.
¿Qué quería de mi?¿Por que diablos estaba ahí? ¿Me hará daño?... ¿Me matará?.


Entonces estiro su brazo hacia mí, sentí un horror total. Sus dedos, tan fríos como el hielo, tocaron mi frente. Todo mi cuerpo empezó a temblar, tenia ganas de llorar, pero ni siquiera eso podía.Todo daba vueltas ante mi vista… todo. Sentí que mi cuerpo perdía fuerza, mis piernas no respondían, caí al piso… lo pude oír, mi cuerpo caer. Mis parpados se hicieron tan pesados, que me fue imposible mantenerlos abiertos.

Recuerdo haber sido despertado, por los chillidos de Takanori, que llamaba una y otra vez mi nombre, sacudiendo todo mi cuerpo.


- ¡¡Shima!! ¡¡¡Shima!!! ¡¡¡¡DESPIERTA!!!!- decía con desesperación.
- Taka…- dije en un susurro apenas audible .
- ¡¡Maldición Shima!! Estas hirviendo en fiebre.

Apenas pudo levantarme, era tan pequeño, pero no desistió, logro llevarme hasta la cama, donde yo sentí tanto pavor al verla, que me rehusé a echarme ahí.

- ¡¡No!! ¡¡No!! ¡¡Suéltame!! ¡¡¡No ahí!!!
- ¡¡No seas idiota!!- me lanzo fuertemente hacia ella.
- ¡¡¡No!!!- trate de pararme pero me empujo de nuevo, mi cuerpo no tenia fuerza alguna.


Me dio varias pastillas, que hicieron que me sintiera relajado, tan relajado. Todo parecía haber sido un terrible sueño, uno muy despiadado.
Takanori, me preparo el desayuno y prácticamente me obligo a comerlo todo. Había olvidado que era sábado, ese día no trabajaría y Takanori vendría a recogerme para salir, que bueno que hace tiempo le dije que guardaba una copia en la cabecera del marco de mi puerta, o sino… no me hubiera encontrado en ese terrible estado febril en el que estaba.
Mi cuerpo era inútil, parecía un muñeco de trapo, no podía moverme mucho, apenas y me levantaba para ir al baño. Mi fiebre había empeorado, cada día era peor, postrado en mi cama… y Takanori cuidándome.Pasaron tres semanas, en las que no había hecho nada más que empeorar, pensé que no tendría salvación alguna. Pero si Takanori ni hubiera estado ahí conmigo, tal vez hubiera muerto de fiebre ese mismo día.


- ¡Shima! Ya llegue- Takanori entraba a mi habitación- hice las compras, te prepare algo, ¿si?- se escucho un estruendoso sonido, que venia del pasillo de afuera- Les diré que no hagan mucho ruido, al parecer, tienes nuevo vecino.- a paso rápido salió por la puerta principal.


¿Nuevo vecino?, no conocí a ninguno de mis vecinos, los veía siempre pero nunca hablaba con ellos, no le veía gran importancia.Takanori estaba haciendo más ruido con sus chillidos, que me provoco dolor de cabeza. Aunque ese día me sentía bien, a comparación de otros, no tenía mucha fiebre, y podía mover mi cuerpo libremente.Pude pararme de la cama, camine a paso lento hasta la puerta principal, para callar a Takanori de una vez y llevarlo dentro. Abrí la puerta lentamente, vi a Takanori parado en posición autoritaria gritando a todo pulmón.


- Taka…- dije en bajo tono
- ¡Shima! ¡¿Que haces?! Vuelve adentro, te pondrás peor- decía agarrándome de los brazos y empujándome adentro.


Pero ese momento mi cuerpo se paralizo y me quede pesado y clavado ahí. No podía creer lo que mis ojos veían.Takanori había estado gritándole al vecino nuevo, ¡¡era el chico de la cafetería!! Mis ojos se abrieron como platos, no lo podía creer, ¿Por que él? ¿Por que no otro departamento? ¡¿Por que mi vecino?!. Pero él ni se molesto en mirarme, solo miraba al vacio, con una expresión totalmente vacía, pero esta vez estaba solo, no estaba acompañado de esa cosa tan rara que me había causado tanto terror. Me tranquilice.

A los pocos días, me recupere totalmente, pude volver a trabajar y obviamente reponer todo lo que Takanori había hecho por mi.No volví a ver esa cosa horrorosa, pero tampoco vi a mi nuevo vecino en esos días.
Cuando salía de mi departamento, sentía unas ganas terribles de apoyarme en la puerta y escuchar algo. Pero sentía escalofríos cada vez que pasaba por ahí.

Pero un fin de semana, desperté con cierto valor de ir a espiar. Soy demasiado curioso… para mi propio bien, pero… ¿Que pudiera pasar?.Casi ya era medio día, cuando salí de mi departamento. Camine a paso lento y dudoso hacia su puerta. Me pare frente a ella… un escalofrió recorrió mis piernas subiendo hasta mi cuello. Apoye un oído hacia la puerta, pegando más mi rostro hacia ella.

Podía escuchar algo… ¿Qué era?... ¿Qué?... un sonido extraño… ¿voces?...no, no lo eran… ¿Susurros?... tal vez… varios susurros… varios…. Como un coro, realmente espeluznante.De repente los susurros se dejaron de escuchar, todo era silencio… sentí tanta impaciencia. Mi corazón palpitaba fuertemente, trague un poco de saliva con esfuerzo.

Sentí que alguien apoyaba su mano en la manija de la puerta al otro lado.

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